3.9.18

PERIDIOTISMO 2 - Crónica



La maldición de Julia
(Noroeste argentino, Chaco salteño)


La maldición de Julia es ser bonita para los hombres criollos. Muchas mujeres wichís tienen una estampa hermosa y rostros bellos pero ella tiene la simetría del estándar occidental. Todavía conserva la inocencia cuando mira de reojo o se avergüenza ante una pregunta y su boca se contrae sutilmente. Tiene dos hijos blancos, descendencia de la violencia sexual, de la intimidación sistemática que no se puede comprobar en un tribunal. Ella también es hija de la brutalidad; creció con la deforestación, con la transformación forzada de su cultura, con la mutilación del porvenir transformado en un derrotismo generacional. Ella sabe sobrevivir en la precariedad del humillado, se asume inferior, sumisa y se sabe bonita ante quien la adula con comida u otro regalo. No hay hombre que la escoja pero siempre es deseada.
A Julia le falta mucho para llegar a los treinta años. Vive, junto a su hermana, en la periferia de su comunidad. Ella es una excluida, sin derecho a compartir el alimento de otros.  Sólo puede tomar lo que le otorga su marginalidad.
Pudo conocer la capital de la provincia, pudo saber lo que era caminar en el asfalto y experimentar el ruido y los olores de la modernidad. Arribó a Salta acompañando a su hija menor, trasladada de emergencia para ser recuperada de una desnutrición extrema. A la pequeña la rehabilitaron sin contexto; la llenaron de nutrientes que ya no existen en el lugar donde inevitablemente debía volver.
A Julia se le acusa de abandono, de no querer alimentar a su descendencia, se le amenaza con judicializarla, le dicen que debe ser una buena madre, se le recuerda constantemente haber dejado a su hija recién nacida a un costado de su choza en un gesto de amorosa eutanasia que nadie comprende.
Julia se sienta en el suelo junto a su fogón con su hija prendida a su teta vacía. Mira fijo, observa sin odio y comparte un silencio profundo que a la mayoría desespera.

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