El Destierro
(Noroeste argentino, Chaco salteño)
Hay de
todo, le dijeron; medicamentos, comodidades. También buena comunicación con el
resto del área operativa, le aseguraron. Teresa no lo pensó tanto y partió a El
Destierro a hacerse cargo del puesto sanitario. Apenas llegó a su nueva
designación se percató de que sólo había la necesidad de que alguien se hiciera
cargo del lugar. El resto no existía.
Los
habitantes de la zona son mayoritariamente criollos quienes le piden soluciones
a sus dolencias, a sus heridas de hacha y a los partos que no podrán ser
atendidos en el hospital. Ella trata de asimilar las experiencias de las
parteras del paraje e intenta fallidamente interactuar con el curandero con
quién comparte funciones implícitas en un lugar donde la cercanía con la
“civilización” es surrealista.
Durante
el invierno El Destierro está a cincuenta kilómetros de Rivadavia Banda Sur.
Apenas comienzan las lluvias y el Teuco y el Teuquito desbordan, la distancia
se multiplica por diez. Con algo de suerte se puede acceder vía Provincia del
Chaco haciendo un rodeo inmenso.
Teresa
consigue agua potable de la escuela y se alumbra con velas. Cada vez que viaja
para su descanso logra traer algunos medicamentos y alimentos. Una vez logró
salir en medio de una inundación caminando varios kilómetros con el agua hasta
su cintura. Mientras arrastraba una chalana en donde iba su pequeña hija,
pensaba que ya era suficiente, que no era justo exponerla a tanta peripecia
pero su corazón de enfermera disentía. Cuando los caminos están transitables
puede ir y volver en camioneta; el viaje le cuesta una cuarta parte de su
sueldo que no sobrepasa los dos salarios mínimos.
Teresa
no se quedará para siempre en El Destierro pero todavía no se va. Ella quiere
que sepan que no tiene miedo, que no tiene angustia pero también que no
perpetuará el abuso y la desidia.
Así
se van sucediendo las estaciones, el verano con las lluvias eternas y el
invierno con la polvareda y la sequía, y su pequeño rostro con su perpetuo
gesto de sorpresa no sabe gesticular la derrota.
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