3.9.18

PERIDIOTISMO 5 - Crónica



El Ejército de Profesionales
(Noroeste argentino, Chaco salteño)

    Cuando el pequeño ejército de profesionales se instaló en Tartagal para intervenir en los territorios de los Pueblos Originarios del noroeste argentino, muchos de sus miembros sentían que marcarían la diferencia, que habría un “antes y un después” en la calidad de vida de los “indígenas”; como si la certificación universitaria les diera la potestad de semi-deidad, que con el solo hecho de intervenir en las comunidades algo pasaría; una disipación de malas energías, o un milagro del racionalismo; que a través de oraciones bien estructuradas e ideas claras se reordenaría la situación alimentaria que afectaba a las personas de la zona. Y así, la primera noche de su  arribo, se durmieron en sueños íntimos de satisfacción y heroísmo profesional.
    Se esparcieron por el territorio, entraron en cada choza y rancho que vieron, entrevistaron e interrogaron a toda mujer y hombre que encontraron, miraron con muda compasión a los niños descalzos que corrían jugando, se impresionaron con la ropa tirada en el suelo que se usaba como colchones en las viviendas, se impacientaban ante las voz baja de las mujeres que apenas respondían, se horrorizan con la delgadez de los perros. Preguntaron por despensas inexistentes, cuestionaron la prioridad de comprar gaseosas, se molestaron por la falta de civilidad ante la inexistencia del documento de identidad y ante la carencia de urgencia de obtenerlo e interpretaron la malnutrición infantil como una situación originada en la “falta de civilización” y en la desidia e ignorancia de los padres.
    Aconsejó y sentenció; “usted debe consumir aceite de oliva que es de mejor calidad”, con mucha sapiencia, una nutricionista a una mujer wichí que la miraba con misericordia.

PERIDIOTISMO 4 - Crónica




El Destierro
(Noroeste argentino, Chaco salteño)


Hay de todo, le dijeron; medicamentos, comodidades. También buena comunicación con el resto del área operativa, le aseguraron. Teresa no lo pensó tanto y partió a El Destierro a hacerse cargo del puesto sanitario. Apenas llegó a su nueva designación se percató de que sólo había la necesidad de que alguien se hiciera cargo del lugar. El resto no existía.
            Los habitantes de la zona son mayoritariamente criollos quienes le piden soluciones a sus dolencias, a sus heridas de hacha y a los partos que no podrán ser atendidos en el hospital. Ella trata de asimilar las experiencias de las parteras del paraje e intenta fallidamente interactuar con el curandero con quién comparte funciones implícitas en un lugar donde la cercanía con la “civilización” es surrealista.
            Durante el invierno El Destierro está a cincuenta kilómetros de Rivadavia Banda Sur. Apenas comienzan las lluvias y el Teuco y el Teuquito desbordan, la distancia se multiplica por diez. Con algo de suerte se puede acceder vía Provincia del Chaco haciendo un rodeo inmenso.
            Teresa consigue agua potable de la escuela y se alumbra con velas. Cada vez que viaja para su descanso logra traer algunos medicamentos y alimentos. Una vez logró salir en medio de una inundación caminando varios kilómetros con el agua hasta su cintura. Mientras arrastraba una chalana en donde iba su pequeña hija, pensaba que ya era suficiente, que no era justo exponerla a tanta peripecia pero su corazón de enfermera disentía. Cuando los caminos están transitables puede ir y volver en camioneta; el viaje le cuesta una cuarta parte de su sueldo que no sobrepasa los dos salarios mínimos.
            Teresa no se quedará para siempre en El Destierro pero todavía no se va. Ella quiere que sepan que no tiene miedo, que no tiene angustia pero también que no perpetuará el abuso y la desidia.
            Así se van sucediendo las estaciones, el verano con las lluvias eternas y el invierno con la polvareda y la sequía, y su pequeño rostro con su perpetuo gesto de sorpresa no sabe gesticular la derrota.
           

PERIDIOTISMO 3 - Crónica




El río Confuso
(Noroeste argentino, Chaco salteño)

Hay un Río, el único en el planeta, que hace lo que se le ocurra. Al no tener contrato con el mar, modifica su cauce a su antojo convirtiéndose en varios ríos, en lagunas, en un gran humedal que le da un respiro al suelo empobrecido del Chaco Salteño. Cuando se retira le encarga a sus hijos; los mal llamados madrejones, que entreguen su agua a los animales y a las personas que habitan su cuenca que es la única forma de obtenerla sin que contenga arsénico, sea salada o esté contaminada con hidrocarburos. Eso el Río lo sabe, por eso se expande e inunda. 
Es indiscutiblemente el sostenedor de la vida. Nace como río de montaña y se propaga en un abanico generoso creando un hermoso y delicado sistema natural que los seres humanos están a punto de destruir irremediablemente. Río Confuso también le dicen. Él no viene del Amazonas; es un amauta de los Andes que transmuta de piedra a arcilla, que lleva el conocimiento necesario para existir.
La evangelización, la escuela, el azúcar y la harina refinada modificaron el entendimiento de los habitantes originarios. El espíritu del lenguaje antiguo, que permitía entenderse con la diversidad de la naturaleza, ya no está presente. Las actuales generaciones de habitantes casi no entienden al Río, sólo escuchan su cauce, reaccionan a sus crecidas, pero ya no interpretan sus mensajes. Todavía es generoso y le otorga sus peces a quien lo necesita aunque cada vez es menor la ofrenda.
En su grandeza es frágil; porque su existencia es una simbiosis entre la lluvia, la vegetación y las personas que habitan su territorio y todo está trastocado. La desforestación es una plaga que no se detiene. Los tractores, como langostas de  acero, arrasan el monte para obtener espacios para el monocultivo, terrenos que en el corto plazo se desertifican porque los suelos quedan envenenados por el uso de poderosos pesticidas. Al poco tiempo no se vuelve a escuchar el llamado de los árboles al Río y este va perdiendo su razón de ser.
Los blancos, los autodenominados chaqueños o criollos se relacionan con el suelo y su entorno inversamente proporcional de cómo lo hacen los originarios. Cercan los territorios como si existiese alguna diferencia entre ambos lados de la verja y configuran su futuro, contradictoriamente, en forma estática, pero el Río no lo es. Le han hecho canciones porque reconocen su poder. Una de ellas dice:
"… y puedes echarte a andar por cauces nuevos, y paga tu libertad mi sufrimiento. Porqué te vas a llevar lo que más quiero; mi sueño, mi realidad y los recuerdos. Desbordas pagando mal mis sentimientos…"
Río Pilcomayo, así se le conoce “oficialmente” y `por su torrente viaja su pena, su enojo y su incertidumbre.

PERIDIOTISMO 2 - Crónica



La maldición de Julia
(Noroeste argentino, Chaco salteño)


La maldición de Julia es ser bonita para los hombres criollos. Muchas mujeres wichís tienen una estampa hermosa y rostros bellos pero ella tiene la simetría del estándar occidental. Todavía conserva la inocencia cuando mira de reojo o se avergüenza ante una pregunta y su boca se contrae sutilmente. Tiene dos hijos blancos, descendencia de la violencia sexual, de la intimidación sistemática que no se puede comprobar en un tribunal. Ella también es hija de la brutalidad; creció con la deforestación, con la transformación forzada de su cultura, con la mutilación del porvenir transformado en un derrotismo generacional. Ella sabe sobrevivir en la precariedad del humillado, se asume inferior, sumisa y se sabe bonita ante quien la adula con comida u otro regalo. No hay hombre que la escoja pero siempre es deseada.
A Julia le falta mucho para llegar a los treinta años. Vive, junto a su hermana, en la periferia de su comunidad. Ella es una excluida, sin derecho a compartir el alimento de otros.  Sólo puede tomar lo que le otorga su marginalidad.
Pudo conocer la capital de la provincia, pudo saber lo que era caminar en el asfalto y experimentar el ruido y los olores de la modernidad. Arribó a Salta acompañando a su hija menor, trasladada de emergencia para ser recuperada de una desnutrición extrema. A la pequeña la rehabilitaron sin contexto; la llenaron de nutrientes que ya no existen en el lugar donde inevitablemente debía volver.
A Julia se le acusa de abandono, de no querer alimentar a su descendencia, se le amenaza con judicializarla, le dicen que debe ser una buena madre, se le recuerda constantemente haber dejado a su hija recién nacida a un costado de su choza en un gesto de amorosa eutanasia que nadie comprende.
Julia se sienta en el suelo junto a su fogón con su hija prendida a su teta vacía. Mira fijo, observa sin odio y comparte un silencio profundo que a la mayoría desespera.